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Darse el tiempo

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-¿Por qué estás tan ojerosa?, fue la pregunta de Lucía cuando Gisela le abrió la puerta. -Estuve dos días tirada en la cama, mirando de a ratos el techo, de a ratos en posición fetal…, dijo mientras el recuerdo del dolor volvía a atravesar su cuerpo. -¡Qué te pasó!, repreguntó Lucía. -Nada, sólo que estaba menstruando y los dolores eran muy intensos. Hace rato que no me pasaba, dijo, agregando –Y eso que apenas tengo 45, y sonrió. Lucía pasó a la cocina, puso la pava para hacer un mate, sacó las verduras de la bolsa y las puso en la pileta para enjuagarla. Por largos minutos, reinó el silencio solo interrumpido por el sonido desafinado de alguna motocicleta. Después de tomar el primer sorbo del mate, sacar las verduras y secarse las manos, la miró a Gisela y soltó una pregunta que tenía mucho de retórica, pero también era una llave para pensarse: -¿Por qué las mujeres, en pleno siglo 21, seguimos restándole importancia a nuestra menstruación? ¿Decir que no nos pasa nada y h...

¿Mala madre?

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  La invitación a un cumpleaños de 50 de su excompañera de escuela secundaria, sorprendió a Inés. Además, porque según le dijo en el mensaje de WhatsApp, también era una oportunidad para reencontrarse con algunas compañeras de la promoción. Dijo sí a la propuesta sin pensarlo mucho, más allá de que siempre fue un poco renuente a participar de estos encuentros porque sentía que era un recuento del camino andado como esposas, madres y demás. Sentía que tenía poco por compartir porque su realidad, era totalmente diferente: soltera, con una mascota y alguien que hacía de su independencia, un bastión a defender, a veces más de lo necesario. Llegó el día de la celebración y allá fue. La noche era más que ideal, excelente temperatura para disfrutar de una fiesta al aire libre y bajo un manto de estrellas juguetonas. Junto con la homenajeada, llegaron algunas de las excompañeras. Tomaron ubicación en torno a una mesa alejada del equipo de sonido para poder charlar. Algunas de ellas, ma...

Un poema mil veces releído

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  Y sin querer, y como una tormenta de arena, se instaló en su mente el recuerdo de aquel viejo poema de Mario Benedetti… -¿Pero cómo se llamaba?, se preguntó en voz alta y se sentó frente a su computadora para escribir aquellas palabras que recordaba en el buscador. Ahí estaba, se titulaba Pausa y volvió a leerlo un par de veces. Sintió que como siempre, esas palabras tenían un mensaje encriptado para ella, un mensaje que sólo podía ser decodificado por su alma porque, si bien la conmovían, le costaba comprender cuál era la relación con los próximos pasos que debía dar. Sabía, desde hace tiempo que lo sabía, que algunos ciclos de su vida debían acabar o, por lo menos quería que concluyeran. Y casi sin querer, comenzó una lista mental de “eso” que debía cerrar. Como desde su mismo inicio, sabía que la extraña relación con su amante debía terminar. Sabía que la ligazón que los unía no era de este mundo, de este tiempo y no tenía que ver con “las cosas en común”, como tampoco...

Decisiones y mi yo del futuro

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- ¡Mi vida debería ser diferente! ¿No crees? - gritó Sophía desde el televisor… La escena no podría ser la más adecuada para esa frase: La protagonista de la serie estaba parada en el medio de la vereda mientras llovía a cántaros y las luces mortecinas de las farolas, le daban un tinte aún más melancólico. - ¡Que agradezca que lo puede decir a los 23! Yo, a mis casi 50 recién estoy empezando a plantearme ese tipo preguntas existenciales -, dijo Inés a modo de respuesta mientras volvía a sacar unas galletitas del paquete y se las llevaba a la boca. Una escena que ya llevaba al menos una hora. Desde la cocina, la escuchaba masticar, responder e increpar a la protagonista hasta que decidió poner pausa y venir a buscar un vaso de agua. - ¿Tan complicado es tu presente? -, le pregunté mientras se servía un segundo vaso de agua. Me miró, hizo una mueca simpática con la boca y me respondió: -Esa pregunta merece una copa de vino -, y sin más, se dirigió a la heladera y sacó una b...

Querernos “piantaos” e incompletos

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  ¿Quién no sintió que algo siempre le falta? ¿Y que “esa carencia” nos hace sentir incompletos? Sí, seguramente te pasó y no es una experiencia sencilla, no es un tránsito amable para con uno mismo. Entonces, aquí una idea para empezar a ver la cuestión desde otro lugar puede ser: ¿cómo puedo constituirme en observador/a de eso que mi mente dice que me falta? Y claro está, primero tenemos que entender –ante todo- que es nuestra mente la que nos dice que algo nos falta porque lo está viendo desde el marco referencial de una creencia. Por ende, al toparnos con la afirmación que eso que “nos falta”, no nos define, ya desestabiliza esa creencia. Después, después llega el proceso –a veces arduo- de indagar sobre los orígenes de esas creencias, quién nos dijo qué, cómo o desde cuándo nos vienen regando el baobab que dice que sólo cuando tengamos o seamos “eso”, estaremos completos. Tal vez, por eso El Principito insistía en la necesidad de realizar una limpieza continua de su ...