Darse el tiempo


-¿Por qué estás tan ojerosa?, fue la pregunta de Lucía cuando Gisela le abrió la puerta.

-Estuve dos días tirada en la cama, mirando de a ratos el techo, de a ratos en posición fetal…, dijo mientras el recuerdo del dolor volvía a atravesar su cuerpo.

-¡Qué te pasó!, repreguntó Lucía.

-Nada, sólo que estaba menstruando y los dolores eran muy intensos. Hace rato que no me pasaba, dijo, agregando –Y eso que apenas tengo 45, y sonrió.

Lucía pasó a la cocina, puso la pava para hacer un mate, sacó las verduras de la bolsa y las puso en la pileta para enjuagarla. Por largos minutos, reinó el silencio solo interrumpido por el sonido desafinado de alguna motocicleta.

Después de tomar el primer sorbo del mate, sacar las verduras y secarse las manos, la miró a Gisela y soltó una pregunta que tenía mucho de retórica, pero también era una llave para pensarse:

-¿Por qué las mujeres, en pleno siglo 21, seguimos restándole importancia a nuestra menstruación? ¿Decir que no nos pasa nada y hasta sintiéndonos culpables, cuando decidimos bajarnos del mundo para transitar este momento tan natural?

El interrogante quedó flotando en el aire por varios minutos más hasta que las dos amigas, se sentaron en torno a una mesa y comenzaron a desmenuzar el tema. Encontraron que, en muchas ocasiones, ambas escondían sus molestias y dolores, que hacían esfuerzos por no reaccionar o no mostrar sus contrariedades cuando pasaban por esta situación.

Se descubrieron a sí mismas, en innumerables oportunidades que no se dieron el tiempo o pedir un tiempo fuera -como casi cualquier deporte- para transitar este momento del ciclo femenino tan natural, pero también tan negado y hasta escondido en muchas ocasiones.

Después de una larga conversación, Lucía dijo:

-Quizás, somos nosotras mismas las que primero nos tenemos que dar ese tiempo, ese permiso para transitar estos días especiales en el mes, para después generar la demanda en el afuera.

Gisela se quedó mirando el mate que retenía entre sus manos y por su cabeza, pasaron las veces que se postergó, que no se hizo escuchar, que no se escuchó y se prometió cambiar esa situación para escucharse y sentirse más y actuar en consecuencia. “Darme tiempo y ser coherente conmigo”, dijo para sus adentro y sonrío con el alma.  

 

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