Querernos “piantaos” e incompletos

 


¿Quién no sintió que algo siempre le falta? ¿Y que “esa carencia” nos hace sentir incompletos?

Sí, seguramente te pasó y no es una experiencia sencilla, no es un tránsito amable para con uno mismo. Entonces, aquí una idea para empezar a ver la cuestión desde otro lugar puede ser: ¿cómo puedo constituirme en observador/a de eso que mi mente dice que me falta?

Y claro está, primero tenemos que entender –ante todo- que es nuestra mente la que nos dice que algo nos falta porque lo está viendo desde el marco referencial de una creencia. Por ende, al toparnos con la afirmación que eso que “nos falta”, no nos define, ya desestabiliza esa creencia.

Después, después llega el proceso –a veces arduo- de indagar sobre los orígenes de esas creencias, quién nos dijo qué, cómo o desde cuándo nos vienen regando el baobab que dice que sólo cuando tengamos o seamos “eso”, estaremos completos.

Tal vez, por eso El Principito insistía en la necesidad de realizar una limpieza continua de su planeta para que no crecieran esos temibles árboles. Según el protagonista del famoso libro de Antoine Saint-Exupéry, si no se libraba de ellas a tiempo, todo el suelo quedaría perforado por sus raíces. Los baobabs crecerían en poco tiempo como gigantes titánicos, enormes monstruos que colapsarían de inmediato un planeta tan pequeño como el suyo. Hasta hacerlo explotar. Y todo, absolutamente todo, desaparecería.

“– Es una cuestión de disciplina – explicaba el Principito-. De rutina. Cuando uno termina de asearse por la mañana, tiene que asear también cuidadosamente su planeta. Hay que arrancar con regularidad esos pequeños arbustos por donde crecen ya los baobabs, cuidando de distinguirlos bien de los rosales. Porque los rosales son buenos, hermosos. Mientras que los baobabs, son peligrosos. Es un trabajo muy fastidioso, pero fácil.”

Muchos estudiosos de la obra coinciden en que los baobabs representan a los miedos que pueden crecer y hacer estragos en nuestra mente, pero también, seguramente podríamos relacionarlo con las creencias, esas ideas -convertidas en miedos- que nos dicen desde un púlpito que estamos incompletos y, por lo tanto, no podemos ser felices. Pero, además y quizás lo más grave, que no debemos amarnos y tener una alta estima y valoración por nosotros mismos.

El desafío cotidiano es, sin dudas, limpiarnos de esos baobabs, desmontar esas creencias, aceptarnos, tenernos paciencia y no convertirnos en nuestros más crueles jueces, en suma, nuestros peores enemigos. Quizás, la clave esté es en… “querernos así piantaos, piantaos, piantaos (locos en lunfardo)”… porque lo que creés que te falta, no te define.

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