Decisiones y mi yo del futuro
- ¡Mi vida debería ser diferente! ¿No crees? - gritó Sophía desde el televisor…
La escena no podría ser la más adecuada para esa frase: La protagonista de la serie estaba parada en el medio de la vereda mientras llovía a cántaros y las luces mortecinas de las farolas, le daban un tinte aún más melancólico.
- ¡Que agradezca que lo puede decir a los 23! Yo, a mis casi 50 recién estoy empezando a plantearme ese tipo preguntas existenciales -, dijo Inés a modo de respuesta mientras volvía a sacar unas galletitas del paquete y se las llevaba a la boca. Una escena que ya llevaba al menos una hora.
Desde la cocina, la escuchaba masticar, responder e increpar a la protagonista hasta que decidió poner pausa y venir a buscar un vaso de agua.
- ¿Tan complicado es tu presente? -, le pregunté mientras se servía un segundo vaso de agua.
Me miró, hizo una mueca simpática con la boca y me respondió:
-Esa pregunta merece una copa de vino -, y sin más, se dirigió a la heladera y sacó una botella a la que le quedaba menos de la mitad de “la sangre de Cristo”.
Se sirvió una copa generosa, se sentó en una de las banquetas de la cocina y comenzó a jugar con su cabello. Tras unos largos minutos de silencio, volvió a hablar:
-No es que sea complicado mi presente, sólo me puse a pensar que la protagonista de la serie tiene 23 años y ya se plantea no buscar un trabajo de 8 a 16 que le dé seguridad económica. Ella hace esa pregunta porque siente una necesidad imperiosa de vivir en sus propios términos. Fuera de… ¿cómo se llamaba esa película? -, dijo mientras miraba el techo para después volver a la carga:
- ¡Matrix! ¡Eso! Fuera de la Matrix que nos condiciona a vivir de acuerdo a los términos de los demás. Bueno, a mí me hubiera gustado poder hacerme esas preguntas, haberme cuestionado más a esa edad. Te puedo asegurar, hoy sería otra mi realidad…
Volvió a hacer otro largo silencio y su mirada quedó perdida en el borde de la copa mientras deslizaba la punta del dedo índice.
Cuando regresó del país donde todo es posible, se levantó, tomó la copa con su mano derecha, la levantó como para hacer un brindis y con una mirada brillante, dijo:
-Pero sé que, a partir de este momento, debo hacer lo mejor que puedo por mí y por mi yo del futuro… Esa, ahora es mi misión.
Se dio la media vuelta, fue hasta el equipo de música, sacó un viejo disco de vinilo, lo puso y decidió terminar la velada con música de los 80’, esa que la hacía sentir joven, poderosa y brillante.
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