Darse el tiempo

-¿Por qué estás tan ojerosa?, fue la pregunta de Lucía cuando Gisela le abrió la puerta. -Estuve dos días tirada en la cama, mirando de a ratos el techo, de a ratos en posición fetal…, dijo mientras el recuerdo del dolor volvía a atravesar su cuerpo. -¡Qué te pasó!, repreguntó Lucía. -Nada, sólo que estaba menstruando y los dolores eran muy intensos. Hace rato que no me pasaba, dijo, agregando –Y eso que apenas tengo 45, y sonrió. Lucía pasó a la cocina, puso la pava para hacer un mate, sacó las verduras de la bolsa y las puso en la pileta para enjuagarla. Por largos minutos, reinó el silencio solo interrumpido por el sonido desafinado de alguna motocicleta. Después de tomar el primer sorbo del mate, sacar las verduras y secarse las manos, la miró a Gisela y soltó una pregunta que tenía mucho de retórica, pero también era una llave para pensarse: -¿Por qué las mujeres, en pleno siglo 21, seguimos restándole importancia a nuestra menstruación? ¿Decir que no nos pasa nada y h...